PAGINA DE EX JUGADORES DE FUTBOL AMERICANO DEL I. P. N.


GUILLERMO IGLESIAS DEL CASTILLO
1950 – 2010

por: Héctor Piñera Guevara


Hoy vino a mi recuerdo Memo, el gran doctor, el gran maestro, el enorme tackle 75, el férreo coach, el inmenso amigo…
Es que Memo se fue; y muy probablemente tarde mucho en regresar… Podría tal vez decirles que nunca habrá de regresar, porque él siempre mantuvo la mirada fija hacia adelante y nunca dio marcha atrás…













Pero eso no es cierto… Memo siempre volvía… Siempre regresó buscando lo que amaba: El calor del lugar donde moraba, cada vez más lleno de ausencias y retratos… Regresó con nosotros, sus amigos-hermanos de juventud, ahora más viejos, cansados y añorantes de aquel refugio llamado “La Rama del Búho” que él fundó y del cual un día se fue… Pero regresó a la Fogocueva que allá por Aragón él organizó y de donde también una vez partió…





Pero nuevamente dio la vuelta a su casa de la calle de Guinea para convocarnos un viernes de cada mes y volver a hablar de las infinitamente contadas hazañas y anécdotas de cuando fuimos jóvenes y jugamos al fútbol americano.

Y seguro es que no esperaba nuevas historias que conocer, ni nuevos chistes que contar o grandes hazañas que narrar. Siempre regresaba porque simplemente quería vernos, como nosotros queríamos verlo a él… Darle un abrazo al final de la tertulia, recordarle mexicanamente su maternal procedencia, bajo la más procaz y apreciada porra de los Fogoneros con siete palmadas… Hacerle rabiar alegando que él no sabía nada de fútbol americano; rabiando nosotros cuando se jactaba de que vio el partido en la tribuna universitaria. Memo se caracterizó por ser un gran tipo, un niñote rubicundo escondido en un gran tamaño corporal, con una cara adusta y bravucona que usaba para ocultar un gran corazón, que vimos llorar cuando partieron sus padres, cuando ya no regresaron más sus amigos: Alfredo, Pedro, René, Fausto Gabriel…

Los viejos Búhos y los viejos Fogoneros difuntos que fueron gloria y prez de su momento y circunstancia, siempre de color guinda. Se fue sólo y de noche… Sin avisar ni dejar dicho cuando pensaba volver… Se fue Fogonero hasta las entrañas; se fue Búho de todo su enorme corazón… Se fue cobijado por el gran mantón guinda politécnico que él mismo amorosamente guardaba para un gran momento. Podría, en estas líneas, decir algo de su biografía, sus logros, sus proyectos… Pero creo que es preferible decirle un simple y emocionado: ¡Adios, amigo!… Aquí estaremos esperando tu regreso, para ver de nuevo juntos el Superbowl.